viernes, 1 de febrero de 2008



"Lo imitamos todo. Fueron años de triste copia; tratando de replicar sueños ajenos, ilusiones robadas, que pretendíamos propias. No pudimos la utopía, no la construimos, la vivimos en su peor versión. La mística nos llegó como espiritualidad barata y sin sentido. La cultura no era nada más que basura. Y la revolución… la revolución no era más que un panfleto sucio y desgastado, que lo acabamos de arrugar. Nos quedaba el amor; un amor angustiado, desesperado, que buscábamos para aferrarnos en el naufragio en que vivíamos. No perdimos nada; nada era nuestro, sólo la visceral certeza de nuestra, e infinita, temporalidad. Esa certeza nos obligaba a vivir siempre en el instante, un instante perpetuo.
Yo estuve ahí. La eternidad era tan corta que duraba lo que dura una canción; lo que dura un cigarrillo; lo que dura una noche entre tus piernas; un brindis, una cerveza y dos copas de ron. Yo estuve ahí. Derrotado ante la realidad que nos consumía, ante el filo de la espada. Yo estuve ahí. El día del final."
Buenaventura, 2008

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