viernes, 5 de diciembre de 2008

Ex-fumador (Parte I)



Larga ha sido la batalla contra el tabaquismo, y los resultados todavía no se ven. Los departamentos de salud pública indican que la tasa de fumadores es aún muy alta, y que los jóvenes siguen iniciándose cada vez más pronto. Todos sabemos de sobra los males que el tabaco conlleva: el cáncer en sus diferentes presentaciones: de pulmón –claro está –, de laringe o faringe –según gusto –, de labios, de lengua, etc. Por lo demás, las nuevas investigaciones han encontrado que sus miles de toxinas ayudan a desarrollar otros tipos de cáncer que nada tienen que ver con las vías respiratorias, por ejemplo, el cáncer de piel o el de próstata, o tumores en el cerebro. Todo parece una campaña de desprestigio donde los efectos negativos son exagerados, no digo que el tabaco no sea dañino para el organismo –las pruebas científicas lo demuestran –pero una cosa es que sea malo y otra es que sea perverso.

También se sabe que el consumidor empedernido de tabaco –bajo sus tres presentaciones características: de picadura, cigarrillo y puro –puede llegar a manifestar durante su corta vida –pues también ayuda a hacer más corta la estancia en este valle de lágrimas –enfisemas, asmas –si es que hay varias clases –, y en general problemas para respirar. Será desde el momento que enciende el primer cigarrillo con el que se decide a fumador insufrible

No creo que ahora mucha gente sepa que el tabaco es oriundo de las Américas. Fueron los indígenas quienes lo cultivaron y los primeros que lo fumaron. Tradición que pasó a los europeos, en especial ingleses, españoles y portugueses. No tardó mucho en saberse que el tabaco no sólo expedía un olor exquisito sino que expedía también grandes rublos, entonces, la comercialización no se hizo esperar, Portugal fue el primer país que traficó con la planta, pero pronto Inglaterra haría lo propio... pero esto a quién le importa, ahora no vale la pena reivindicar la tradición indígena y mostrar la decadencia en que la sumió la cultura occidental. No, no vale la pena cuando occidente sigue rebajando lo poco que queda de las culturas indígenas; cuando se venden collares y manillitas en centros comerciales como artículos estrafalarios de culturas exóticas que ya no existen como tal. El consumo de tabaco ya no es lo que era en tiempos indígenas ni en tiempos coloniales, será mejor que desaparezca su consumo para siempre, yo mismo lo sentencio.

Por eso yo decidí dejar de fumar. Yo que he sido, quiero decir, que fui un fumador empedernido. Yo fui de esos que no podían estar sin un chicote en la boca, llegué a fumar dos cajetillas diarias –aunque he escuchado que eso es poco en comparación con otros que sobrepasan esta cifra –es decir cuarenta cigarrillos, y a veces más, el fumador consumado sabrá que siempre existe un promedio pero por lo tanto varia según el día y las circunstancias, el estado emocional y el clima. En la decisión de fumar, en el caso de los fumadores consagrados al hábito, tantos cigarros en un día, está sujeto a muchas variables, que son diferentes para cada personaje.

Yo fui un fumador empedernido. Mi ropa apestaba, al igual que mi boca, pero no por eso faltó una chica a mi lado para besarme y probar el suave sabor del Camel rubio, la rudeza del Piel Roja –llamado por los universitarios peche –y los poderosos Ducados que me traía un amigo, periódicamente, desde España. No, nunca faltó una mujer que me quisiera, con mis dedos amarillentos...

Sí, yo era un fumador insufrible. Qué me hizo cambiar de decisión, por qué dejé de ser lo que era. Cuando uno lleva más de la mitad de la vida fumando y toma la decisión de dejar de hacerlo es como si se convirtiera en otra persona, no sé si buena o mala, no sé hasta que punto dejar de fumar puede haberme convertido en un hombre mejor; las toxinas que hay en mi cuerpo ya jamás saldrán de allí. A mis años los que quedan por contar son pocos, si ese hubiese sido el móvil de la decisión, la tuve que haber tomado a los treinta y no ahora. Fumar nunca me causó una molestia más allá de las normales, es decir, no tuve ningún problema hasta hace poco, y a decir verdad no fueron problemas de salud, me vi asediado por la sociedad que veía en mí un a ser atroz y monstruoso, a un singular criminal sin compasión que no dejaba crecer los magnos valores de la humanidad. Prohibido fumar era el letrero que veía cada vez más; la persecución se incrementaba con los día. Por dios! el criminal era yo, quien dañaba a la juventud con su mal ejemplo era yo, quien debía asumir la culpa de los males sociales y la supuesta degradación de la juventud. me dejé llevar por esa campaña de desprestigio, asediado decidí no volver a empuñar un cigarrillo.

En el fondo sabía que no lo podía dejar por mis propios medios, era indispensable buscar una solución, así que compre boquillas para bajar el nivel de nicotina, no funcionó. Compre cigarrillos más suaves para fumar con las boquillas, no funcionó. Compré revistas antitabaquismo y radiografías de fumadores crónicos, no funcionó. Visité salas de oncología y la liga de lucha contra el cáncer, conocí casos tristes y desconsoladores, no funcionó. Busqué terapia de grupo y psicóloga al tiempo, doble terapia, no funcionó. Fui donde un hipnotizador, sí. Funcionó.

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